Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
Un misterioso sol amanecía.

José Hierro

viernes, 28 de diciembre de 2012

Directa a los cojones del alma



 



 
 Ya sé que son fechas para ver adaptaciones Disney de Canción de Navidad, o Qué bello es vivir de Capra y esas cosas, pero a mí me va el rollo masoca, así que ayer me puse en el dvd la película más dura, más perra, más cruda y más chunga de ver de la historia del cine, de las que te muerden por dentro desde el minuto uno, de las que te agarran los cojones del alma y te los retuercen sin piedad durante una hora y media. Hablo de Johnny cogió su fusil de Dalton Trumbo. Mi madre siempre me cuenta que cuando se estrenó esta película en España a mediados de los setenta y fue a verla con mi padre, la gente se salía del cine al cuarto de hora de proyección, una de guerra más, pensaron, y joder con lo que se encontraron, a veces uno va al cine a entretenerse, a echar la tarde, y se encuentra con que le dan la vuelta como a un calcetín, con que le ponen patas arriba. En Johnny cogió su fusil no hay sangre a borbotones, ni soldados gritando con las tripas fuera llamando a su madre, tampoco hay pancartas, pero es la película más antibelicista que se ha rodado jamás. También es una apología de la eutanasia brutal, pero sin las trampas, los aspavientos y los sentimentalismos de una rodada por estas tierras hace unos años. La dirección de la película es ramplona la verdad, no hay grandes planos ni grandes exteriores y la fotografía ni fu ni fa,  pero el guión es enorme y mantiene arriba la peli de principio a fin. Dalton Trumbo adaptó su propia novela al cine, y rodó una película que al igual que el libro reparte caña a diestro y siniestro a los pilares de la cultura occidental, empezando por la religión, pasando por la profesión médica y el uso de la ciencia para fines militares,  sin olvidarse del manido sueño americano, ni de la venerada democracia que mandaba a sus jóvenes a destriparse en las trincheras durante La Primera Guerra Mundial, mientras en las ciudades, los "exentos" se pegaban la vida padre y los dirigentes se repartían Europa en los despachos.
Joe Bonham es reclutado cuando EEUU entra en La Primera Guerra Mundial, una vez en el frente es gravemente herido por una granada y pierde los brazos, las piernas, la cara y parte del cerebro, para los médicos es un trozo de carne palpitante que ni siente ni padece, así que le mantienen con vida y escondido en un hospital militar para investigar con él, pero los médicos se equivocan, y Johnny aunque no puede hablar ni comunicarse, siente, padece, sueña, reflexiona y sufre.
Sobrecogedora, brutal e imprescindible.

-Año 1971
-Duración: 111 minutos
-Director: Dalton Trumbo
-Guión: Dalton Trumbo (Novela: Dalton Trumbo)
-Música: Jerry Fielding
-Reparto: Timothy Bottoms, Jason Robards, Donald Sutherland, Marsha Hunt.
-Premios: Festival de Cannes 1971
-La compré el otro día en un VIPS por 2,50 eurillos
-La presto

Contraindicaciones: Esta película no pretende conectar con el espectador, ni entretenerle, ni hacerle pasar el rato. Esta película incomoda y remueve conciencias. Esta película invita al debate y a la reflexión. Absténganse de verla personas de ideas fijas que rechazan cualquier producto que no les reafirme en sus convicciones. Los efectos de esta película pueden durar días, meses, incluso años en el que la ve. No apta para corazones sensibles. Absténganse de verla personas alérgicas a las crudas realidades.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Una recomendación

 
 
 


Acabo de terminar Ayer no más, la última novela de Andrés Trapiello, y os la recomiendo. Es una novela sobre la guerra civil, (otra más pero no una de tantas) sobre la historia y sobre la memoria. Me gusta más leer libros y recomendarlos que reseñarlos, así que ahí queda, internet está plagado de reseñas estupendas, luego el que lo lea que se pase por aquí si quiere y me diga; menudo tostón, o gracias, o joder otra de Trapiello mascando la chapa con la tercera España, o esta novela me ha cambiado la vida y todo lo demás. Probablemente el gran libro sobre la guerra civil está pendiente, seguro que llega dentro de cincuenta años, cuando se pueda hablar del tema sin ponerse a la gresca, cuando no queden muertos en las cunetas, cuando el recuerdo del abuelo o del padre sea ya el del bisabuelo o el tatarabuelo. Porque la guerra civil terminó como quien dice, antes de ayer , y es un tema que no está olvidado, prueba de ello es la que se montó cuando en 2007 el gobierno de Zapatero aprobó la polémica Ley de Memoria Histórica. A mí no me hablaron de la guerra ni en casa ni en el colegio o el instituto. En mi opinión habría que hablar de la guerra civil a los chavales, a las generaciones venideras, el problema es quién y cómo, menudo berenjenal. El lío se suele armar cuando se habla del tema como si se estuviera en Julio del 36. He oído y leído muchas veces que la guerra civil es el período de nuestra historia contemporánea sobre el que más mentiras se han contado, y sobre el que es más difícil escribir, entre otras cosas, dicen, que porque los testigos y partícipes de uno y otra bando han contado y cuentan sólo la parte que les interesa. Hasta que llegue la gran novela  sobre el tema, o el gran ensayo, voy leyendo lo que me recomiendan los amigos, o las revistas, o lo que encuentro en la biblioteca municipal.
No perdáis de vista Ayer no más. Saludos cordiales.
 
-Ayer no más.Andrés Trapiello. Octubre de 2012.Destino. 310 páginas. 20 eurillos.
 
PD: Lo presto. 

jueves, 20 de diciembre de 2012

Dickens, la Navidad y los papanoeles trepadores.

Dickens fue unos de  los grandes novelistas del siglo XIX junto con Zola, Tolstoi, Sthendal, Galdós  o Clarín, y fue de los primeros en desviar la mirada hacia la tragedia y la miseria que la vida moderna, la revolución industrial y el desarrollo  urbano dejaban a su paso, poniendo el dedo en la llaga de la cochambre, el charco y la pobreza que la sociedad victoriana de su tiempo  escondía, sin mucho disimulo, debajo de la alfombra. Dickens  escribió unas quince novelas pero su libro más popular, el más editado y del que se han  hecho más adaptaciones fue Canción de Navidad, hay versiones teatrales, musicales y cinematográficas a porrillo.
 Ayer me pasé toda  la tarde leyendo Canción de Navidad en una edición muy chula que me regaló mi hermana hace un par de años, lo leí de una sentada espachurrado en el sillón mientras en la  calle llovía y hacía frío. El rico y avaro Scrooge, el pequeño Tim y los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras forman parte del  imaginario popular. En este cuento, como en todos sus libros,  Dickens hace crítica de una sociedad que explotaba a los pobres sin despeinarse. Algunos dicen que este libro publicado en 1843 cambió la manera de celebrar la Navidad, por lo visto en 1843 lo de las navidades estaba de capa caída, y este cuento de fantasmas  contribuyó a animar la cosa y a recuperar el espíritu navideño. Me parece a mí que a Dickens no le gustaría mucho el mundo de hoy, ni las navidades de hoy, en mi opinión,  la que liamos en nuestros días entre el 1 de diciembre y el  6 de  enero nada tiene que ver con lo que pretende transmitir el libro. El caso es que después de leer a Dickens, me he acordado de cuando me gustaban las navidades, de cuando era niño y montaba el belén con mis hermanos, de la cabalgata, de la noche de reyes y todo lo demás, era muy divertido. Luego uno fue perdiendo la inocencia, la ilusión y la fe, y empezó a despotricar y a llenarse de  prejuicios con respecto al tema.
Lo que más me mosquea de las navidades de estos tiempos es la moda de los papanoeles trepadores, cada año son más, están por todas partes, a principios de Diciembre aparecen dispersos, el día 24 serán legión.
La primera vez que vi a Papa Noel fue en casa de un vecino del bloque de viviendas militares en el que vivíamos en Jerez de la Frontera, yo tendría siete u ocho años. Mi vecino se llamaba Dani y era medio inglés, su padre era del Cuerpo de Ingenieros y de Toledo, su madre,  Susan, era ama de casa y de Inglaterra.  Lo que más me gustaba de bajar a casa de Dani era jugar con los Geyperman vaqueros que tenía con caballo y todo, que eran una pasada, comer  las galletas rellenas de limón que nos daba su madre, que estaban cojonudas, y escucharles hablar en inglés. Dani y sus hermanos hablaban en inglés con su madre y en español con su padre. Yo al principio no sabía que hablaban inglés, hablaban raro sin más, fue mi padre el que me aclaró que no es que hablaran raro sino en otro idioma. No fui a colegio bilingüe.
Un día, en vísperas de Navidad, bajé a jugar a casa de Dani y vi colgado del picaporte de su habitación un calcetín rojo enorme. Eso qué es, es un calcetín para que Papa Noel meta los regalos,  y ese quién es, es un señor que trae regalos a los niños el día de Nochebuena, Dani sacó una tarjeta con un dibujo de Papa Noel y me lo enseñó; gordinflón, abuelete, mofletes sonrosados, pelo y  barba blancos, vestido de rojo y tocado con un gorro con borla. Dani me dijo que se movía en un trineo tirado por renos,  que uno de los renos se llamaba Rudolph…, y que entraba en las casas por la chimenea..., pues en tu casa no hay chimenea…, se quedó seco, gran tipo Dani, uno de mis mejores amigos de la infancia, a menudo me acuerdo de él. La primera impresión que me causó Papa Noel fue bastante mala, me pareció un flojo y un patán en comparación con gente seria como los Reyes Magos, esa es la verdad. Desde entonces no le soporto.
Le pregunté a mi padre por qué Papa Noel no pasaba  por casa el día de Nochebuena, mi padre me dijo que Papa Noel sólo se pasaba por casa de los niños ingleses y americanos. Cuando yo era niño en mi casa no había Papá Noel ni árbol de Navidad, había portal de Belén y Reyes Magos. La Navidad empezaba el 20 de Diciembre, cuando nos daban las vacaciones y montábamos en familia el belén, era cuando sólo había dos canales en la tele y  el cine norteamericano todavía   no había entrado en las casas del españolito medio, ni habíamos empezado a adoptar sus clichés navideños.  Poco tardaron los grandes almacenes  en abrir el melón e importar el modelo, convirtiendo la Navidad, una fiesta religiosa,  en un carajal lleno de luces, tarjetas echando humo y papanoeles trepadores.
 No me gusta la Navidad, pero no por una cuestión religiosa, no me gusta por el empacho de luz y color, consumismo compulsivo, solidaridad de salón y buen rollo impostado  que supone. Todos los años amenazo con quedarme solo en casa en Nochebuena,  zampándome un whopper y bebiendo birra fría en calzoncillos mientras me veo una del oeste, pero nunca cumplo, y acabo hecho un pincel donde me toque pasándolo de puta madre. Eso sí, sé por qué me junto en Nochebuena, a pesar del árbol, el moñas de Papa Noel y el Corte Inglés, por tradición, la tradición que hace que cada 24 de Diciembre nos juntemos para celebrar una fiesta cristiana, el nacimiento de Jesús de Nazaret en Belén. No soy creyente y celebro la Navidad sin fe, pero me toca las pelotas que muchos comecuras intenten quitarle el sentido religioso  haciendo hincapié en lo que se ha convertido la cosa a causa de la sociedad de consumo, (éstos también se ponen flamencos y se juntan para comer y beber de lo bueno), quédate en casa cenando una pizza recalentada  y no me toques las pelotas con lo de la fiesta pagana, me vas a contar tu a mí por qué me junto yo en Nochebuena.
 Saludos cordiales…, ah no, feliz Navidad, y no olvidéis leer a Dickens todo el año.

martes, 11 de diciembre de 2012

Las tripas del cine

                             

Es ver un cajón arrumbado lleno de dvd,s polvorientos y allá que voy, a escarbar en busca de alguna joyita, siempre me llevo alguna alegría, el otro día rescaté de una caja de zapatos del kiosko del barrio La noche americana, de Francois Truffaut. Un peliculón.
Decía Visconti que el cine no es un arte, si no un trabajo de artesanía, a veces de primer orden, las más del segundo o tercero, o sea que en el oficio de hacer películas impera más lo técnico, el trabajo manual, el truco, incluso la chapuza, que la creatividad, la inspiración, las musas y todo lo demás. Una cosa es escribir guiones y novelas y otra llevarlos a la pantalla. De eso trata La noche americana, del cine por dentro, de la que hay que liar para hacer un plano secuencia de tres minutos, de lo chungo que es contar una historia, de lo difícil que es meter un texto, una novela o un guión en secuencias de imágenes, juntarlas en 90 minutos,  y que además la gente se lo crea. Porque de lo que se trata al fin y al cabo, es de fingir la realidad, de metérnosla doblada, de hacernos creer que lo que vemos en el pantallote es pura vida; que el que sufre, sufre,  el que ama, ama, y el que muere, muere. Por eso cantan tanto los gazapos, un sarraceno cimatarra en mano con reloj digital rompe la magia, o la sombra de un regidor, o una pértiga asomando por arriba del plano.
 Supongo que Orson Wells no se sentía un  artista cuando rodó la primera escena de Sed de mal, ese plano secuencia de cuatro minutos que se estudia en las escuelas de cine (https://www.youtube.com/watch?v=QZ4Oawo3CDc), estaría más preocupado en que todo encajara, en que la gente entrara en plano cuando le tocaba, en que el coche con la bomba en el maletero fuera a la velocidad adecuada, en que nadie metiera la gamba y jodiera la toma, lo mismo le pasaría a John Ford cuando rodó la primera escena de Centauros del desierto (https://www.youtube.com/watch?v=YcUWKxY4NXk). Luego llegaron los críticos, los académicos, los que establecen el canon y dijeron, este tío es un genio, este tío es un poeta, este tío es un artista, y esta película es una obra maestra.
Tengo un amigo que estudió imagen y que hizo un corto hace años, yo solía aparecer por allí, sobre todo a la hora de comer y de las birras, y echaba una mano en lo que podía, me consta el curro que se pegaron para hacer un corto de diez minutos, un mes como putas por rastrojo echándole catorce horas diarias. Cuando terminaron, me pasaron una copia, y al verlo me pregunté cómo pudo salir tan bien la cosa después del carajal del que fui testigo.
El cine es un tema recurrente en la historia del cine, hay un montón de películas que lo tratan desde diferentes aspectos, y se ha convertido ya en un genero más, cine dentro del cine, o cine sobre el cine lo llaman. La noche americana es una de las mejores sobre el tema, os invito a verla o reverla, y ya que estáis, no perdáis de vista Cantando bajo la lluvia, Cinema paradiso, Cautivos del mal o Qué fue de Babe Jane, Qué fue de Babe Jane también es una película de terror, Bette Davis acojona.

Saludos cordiales.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Un hombre viejo


Acabo de terminar “Agonizar en Salamanca” de Luciano. G. Egido. Tenía ganas de leer una biografía sobre Unamuno. Lo poco que había leído sobre su vida había sido a través de artículos y ensayos sobre la Guerra Civil. Esta no es una biografía general, se centra en sus últimos meses de vida y en su controvertido papel durante los primeros meses de la contienda. Desde el levantamiento militar hasta su muerte el día 31 de Diciembre. Unamuno era liberal y republicano, más conservador que progresista, cuando el 18 de Julio de 1936  parte de los militares se sublevan contra la República y comienzan las adhesiones, Unamuno se pone del lado de los militares, en los que veía a los defensores de la cultura occidental y a los salvadores de la polarizada y maltrecha Segunda República. Pronto se dio cuenta de que el bando nacional no sólo se había levantado contra el comunismo, también lo había hecho contra la República y el liberalismo  político. Su desencanto creció a medida que Salamanca se fue llenando de matones, de fusilamientos y de paseos.
El 12 de octubre se celebró en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca (en la que Unamuno había sido restituido como rector por los nacionales después de que el gobierno republicano le destituyera) “El día de la Raza”, es cuando el viejo cascarrabias, harto de estar callado, estalla. Unamuno presidía el acto rodeado de falangistas, autoridades militares, eclesiásticas y civiles de la ciudad en guerra, también le acompañaban la mujer de Franco  Carmen Polo y Millán Astray, fundador de la Legión. Después de escuchar los encendidos discursos de los oradores que intervenían en el acto, Unamuno se levantó y dijo unas palabras. Luciano G. Egido hace una reconstrucción del hecho a partir del testimonio y las notas de varios testigos y de la versión ofrecida por el historiado Hugh Thomas. Las palabras de la intervención de Unamuno en el Paraninfo y la pelotera con Millán Astray son conocidas; “Venceréis pero no convenceréis”, “Vencer no es convencer y hay que convencer sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva más no de inquisición”, Millán Astray le interrumpe golpeando la mesa con la mano que le queda “¿Puedo hablar?, ¿puedo hablar?” se levanta e improvisa un discurso vehemente en defensa de la rebelión militar, Unamuno le pisa las palabras y el tono se eleva ante el estupor general, es cuando Millán Astray desgañita su “¡Viva la muerte!” “¡Mueran los intelectuales!” “¡Muera la inteligencia!”, el tono elevado da paso a los gritos, “Os falta razón y derecho en la lucha. Es inútil pediros que penséis en España”. Carmen Polo coge del brazo al viejo profesor y le saca de allí entre gritos, insultos, y amenazas.
Aquella misma tarde Unamuno acude a su tertulia habitual en el casino de la ciudad, donde sus hasta ayer amigos y contertulios le hacen el vacío y le insultan llamándole rojo y traidor. A partir de ese día Unamuno permanece en su casa bajo arresto domiciliario, el 22 de octubre Franco le destituye como rector. Así eran las cosas en España en octubre del 36, o estás conmigo o estás contra mí, o blanco o negro, el pensamiento libre e individual se consideraba ambigüedad y la ambigüedad se pagaba cara. Unamuno se equivocó, metió la pata hasta el corvejón y lo reconoció no sólo en el Paraninfo, también en sus últimas cartas “Qué cándido y qué ligero anduve al adherirme al movimiento de Franco”. Respecto a su posición, se le puede reprochar ceguera, soberbia y terquedad al principio, luego también intervino el miedo probablemente ¿se le puede reprochar a alguien el miedo en aquellas circunstancias?. Lo que en mi opinión no se le puede reprochar es falta de coherencia con sus ideas. Unamuno era un liberal a la antigua usanza, y no encajaba ni con lo “hunos”  ni con los “hotros”, “La guerra se ha pensado contra el liberalismo no contra el bolchevismo”, “No estoy ni con los fascistas ni con los bolcheviques”. Gran libro, esclarecedor e imprescindible.
 -Agonizar en Salamanca (Unamuno, julio-diciembre de 1936).  Luciano G. Egido. Tusquets. 2006. 304 páginas. 19 eurillos o biblioteca municipal.